Harari intenta responder a una pregunta surgida junto con los primeros asentamientos humanos: ¿cómo se articula una sociedad? Aquí expongo los puntos más relevantes de su propuesta, y mi crítica a la misma.

Sobre el autor

Yuval Noah Harari es un profesor de Historia de la Universidad Hebrea de Jerusalén que vino al mundo hace ahora 45 años en Israel, y cuya casi por completa producción académica se ha centrado en Historia militar. Algunos de sus trabajos analizan las repercusiones que la guerra puede acarrear en la mentalidad y costumbres de su época.

Su director de tesis doctoral y mentor, Steven J. Gunn se describe a sí mismo como un investigador de las condiciones de la vida diaria en las sociedades durante la Inglaterra y Europa bajomedieval (siglos XIV y XV). Con este dato entendemos mucho mejor el trasfondo de Harari: su educación le motiva a buscar referentes de la vida cotidiana, y a referirse a los acontecimientos relevantes en base a las impresiones que puedan haber causado más que en medidas objetivas, como puedes ser nociones como la hacienda promedio o la esperanza de vida.

Qué quiere contar Sapiens

Redefinición del concepto de religión

Harari busca presentarnos una Historia resumida de la Humanidad, explicada por su elemento vertebrador: la religión, si bien entendida en un sentido muy, muy amplio. Según la tesis presentada en Sapiens: De Animales a Dioses, toda sociedad habida y por haber se articula en torno a imaginarios colectivos acordados tácitamente como la economía, la religión (entendida en el sentido habitual) o las identidades políticas. De hecho, al basarse estas tres esferas de la vida humana en la creencia en entidades abstractas y en la necesidad de observar atentamente las normas que dictan para seguir funcionando, Harari engloba todos estos conceptos dentro de la idea de religión.

Es por ello que las sociedades humanas tempranas, entendidas como los primeros asentamientos neolíticos, pueden verse como la agregación de individuos a un imaginario colectivo dado, de una manera más o menos voluntaria y explícita. Dicha estructura se habría ido replicando en el transcurso de los años, haciendo implícito el acuerdo del individuo para con el grupo, y desencadenando todo tipo de religiones como el liberalismo, el comunismo, el cientifismo, etc.

Aparición de élites asociadas al poder

En su obra encontramos la cita: “La revolución agrícola fue el mayor fraude de la Historia”. Según el autor, sacrificar libertad, independencia y confianza en las propias habilidades de resistencia frente a los envites del entorno a cambio de comfort y seguridad hizo de las sociedades, y por ende a los individuos, centros de insatisfacción e infelicidad profunda.

El ser humano habría aceptado una dieta pobre basada en cereales, un entorno plagado de desechos, infecciones y heces procedentes de la ganadería, su confinamiento a los límites de la aldea… Y todo ello por la promesa de una larga vida acumulando bienes que facilitarían su subsistencia.

Siendo la comodidad asegurada el objetivo último del individuo, éste se embarcaría ciegamente en una carrera loca por la acumulación a raíz de la cual surgirían de manera inevitable élites de poder, que proyectarían sus propios temores de pérdida en el resto de la aldea, moldeando para ello la religión (economía, creencias, costumbres…) dominante en el grupo. A largo plazo, al tener una pequeña aristocracia la capacidad para manejar los miedos de sus congéneres, miedos por otra parte fundados en creencias intangibles y deformables, la humanidad entró en un juego ininterrumpido donde los poderosos manipulan a la gran mayoría, la cual acepta el orden de creencias sugerido como solución a sus aspiraciones vitales.

Un futuro incierto

Según la perspectiva de Harari, tan solo algunos de los progresos científicos que comienzan a atisbarse, como la computación cuántica, la bioingeniería, y las telecomunicaciones tienen el potencial para llegar a ser herramientas liberadoras. No obstante, lo plantea como un rayo de esperanza improbable, pues a día de hoy son herramientas al servicio de la élite actual, y muestra un sano escepticismo por lo que deparará el mañana.

Críticas a sus tesis

No pretendo invalidar las ideas del Profesor Harari, sino sólo hacer notar lo que a mi juicio son algunas inconsistencias y puntos débiles más claros.

Estaticismo de sus ideas

La estructura social propuesta por Harari adolece de una falta de dinamismo absoluta. Ya Hegel hizo ver al mundo que no podía entenderse la Historia como una secuencia de fotografías descontextualizadas, sino como una dialéctica continua, en la cual lo que él llama el “espíritu humano” se desarrolla progresivamente (Hegel, 1975).

Si los individuos se adscriben a contratos sociales imaginarios y con amplio apoyo, si dicha adhesión al grupo se realiza adoptando como propias las limitaciones impuestas por una élite, ¿cómo cambian las sociedades? ¿Qué llevó al derrocamiento del estamento caballeresco en la Europa renacentista? ¿Cómo se pudo pasar de sociedades marcadamente racistas y coloniales a naciones donde el principal problema, tal como lo perciben muchos de sus ciudadanos, es la falta de integración de las minorías sexuales y raciales? Son preguntas que quedan sin respuesta.

Falta de una medida adecuada

En mi opinión, dicha falta de dinamismo en su propuesta viene derivada de su principal indicador del “éxito” (o falta del mismo) de una sociedad: la felicidad.

La filosofía no ha sabido, en aproximadamente 3000 años de teorías, dar una respuesta aceptada universalmente a la pregunta de qué es la felicidad, ni siquiera remotamente. Y sin embargo, Harari se lanza de cabeza a la temeridad de decir que los pueblos nómadas pre-neolíticos eran más felices, tanto en conjunto como individualmente, que los primeros pueblos asentados. Elige partir de un buen salvaje (Rousseau, 2004), ignorando todos los inconvenientes de vivir dependiendo de que los árboles frutales hayan germinado sin plagas o de que las movimientos migratorios de las presas no hayan cambiado un ápice (Wynn & Coolidge, 2012, Arsuaga & Martínez, 2011).

En este punto, le recomendaría estudiar más en profundidad las dinámicas que tuvieron lugar entre los pueblos “extranjeros” y los habitantes de Mesopotamia, la región del Diyala y Elam (Cassin et al., 1971). Amorreos, guteos y otros pueblos sin residencia fija acosaron durante siglos a los primeros intentos de civilización, derrocando incluso a la dinastía fundada por Sargón de Akkad. Sin embargo, todos esos pueblos fueron sin excepción incorporados al imperio pese que en rigor detentaban el poder y podían haber forzado (como élite que eran) a otro acuerdo social, prefiriendo no obstante adoptar un estilo de vida que, según Harari, era visiblemente peor y les convertía en infelices.

Contradicción esencial

En la raíz de mi crítica está la que encuentro su principal defecto, y es que Sapiens articula muchos de sus discursos en torno a la imaginación, y a cómo ésta puede afectar a la felicidad de los individuos. Al partir de ahí, incluye el liberalismo cientifista de libre mercado que impera en las sociedades occidentales como una de esas invenciones que hacen que el grueso de la población mundial viva atada a unas reglas para las que su cerebro de simio no está preparada realmente.

Sin embargo, sus ataques a todo sistema de organización social provienen de una pseudométrica no mensurable y por tanto no científica, a la par que trata de convencernos con evidencias científicas de lo razonable de su planteamiento. De esta manera, está criticando a los sistemas sociales, y en particular, al liberalismo cientifista, precisamente con las herramientas con las que dicho modelo se ha erigido: medición, observación y explicación de un fenómeno natural.

Una propuesta alternativa

Como ya he comentado, la de Harari es una perspectiva válida para momentos concretos, fijos, de la Historia, pero parece incapaz de explicar muchas de las dinámicas que observamos en toda organización social.

Una propuesta mucho más elegante, y con visos de aunar las ideas correctas que Harari (a saber, que las sociedades se construyen esencialmente sobre significantes a los que se atribuyen propiedades abstractas acordadas por el conjunto) es explorar las posibilidades dentro de lo que se conoce como sistemas autoorganizados, a la manera de los fenómenos que hicieron a Ilya Prygogyne merecedor del premio Nobel de Química en 1977, y cuyo discurso recomiendo encarecidamente leer (Prigogine, 1977).

Una propuesta como la de Harari es válida para tratar de entender ciertas dinámicas dentro de instantes concretos de sociedades particulares, pero se desmorona en cuanto queremos profundizar en cómo esa misma sociedad evoluciona en el tiempo. En mi opinión, la respuesta a la organización y dinámicas sociales no se encuentra en la diálecta basada en imposición de bloques ideológicos por parte de ningún estrato de la sociedad, sino en la libre disposición de los elementos que la componen, quienes de manera inevitable terminan encontrando equilibrios locales, pese a estar en constante cambio.

Referencias

Arsuaga, J. L. and Martínez, I. (2011). La Especie Elegida: La larga marcha de la evolución humana. Colección Booket. ISBN: 978-84-8460-463-1.

Cassin, E., Bottéro, J. and Vercoutter, J. (1971). Los imperios del Antiguo Oriente. I. Del paleolítico a la mitad del segundo milenio. Siglo Veintiuno ISBN: 978-84-323-0039-4

Hegel, G. W. F., Hoffmeister, J., Nisbet, H. B., & Forbes, D. (1975). Lectures on the philosophy of world history: Introduction, reason in history. Cambridge England: Cambridge University Press. ISBN: 9781139167567

Prigogine, I. Time, Structure and Fluctuations. Nobel Lecture, 8 December at the Swedish Academy of Sciences, 1977.

Rousseau, J.-J. (2004). The social contract. Penguin Books. ISBN: 978-0140442014

Wynn, T. and Coolidge, F. L. (2012) How to think like a Neandertal. Oxford University Press. ISBN: 978-0-19-932922-9.